Me fascina escuchar a la gente hablar de la crisis. Y leerlo en los periódicos. Porque casi todo el mundo habla de ella como si fuese un desastre natural, algo que realmente nadie habría podido preveer, un terremoto o un tsunami que lo han arrasado todo. Y todo el mundo parece convencido de que, aunque las cosas estén mal, tenemos que estar agradecidos de haber sobrevivido al huracán. Llegan malos tiempos, las inundaciones han destrozado las cosechas, pero acostumbrándonos a comer un poco menos podremos salir adelante.
Y no es el caso, ni mucho menos. Aún a riesgo de resultar conspiranoico, me atrevo a afirmar que la crisis ha sido provocada, y que hay muchos millonarios que, desde que empezó, son muchísimo más millonarios. Las cosechas no se han perdido, les han prendido fuego en nuestras narices y encima nos han cobrado la gasolina y el mechero que han usado para ello. El dinero no ha desaparecido, lo han robado los mismos que ahora dicen que hay que apretarse el cinturón, porque el futuro viene bastante negro. Como leía el otro día en una viñeta (no consigo recordar de quién), en labios de un señor con traje:
"¿Qué crisis? ¿Tú has visto a algún político pidiendo para poder comer, o a algún banquero rebuscando en la basura? No hay tal crisis. Los pobres sois más pobres, y punto".
Mientras tanto, más del 50% de los jóvenes en paro. Que dicho así, no parece mucho, pero viene a significar que más de la mitad de las personas que han terminado de estudiar (porque los estudiantes no computan para las cifras del paro) no han encontrado trabajo. Nada. Ni en un mísero Telepizza. Así que voy terminar con una cita del genial Rubén Díaz (sacada de un
artículo que deberíais leer, como mínimo, todos los que como yo hayáis nacido en los 80).
Fractura social, lo llaman, o generación perdida, y con frecuencia le niegan hasta el inalienable derecho a la pataleta. Que antes que nosotros, replican, ya hubo quien lo tuvo jodido, confiando en que se nos olvide -o porque también ellos lo han olvidado- que no somos una generación de posguerra, sino la que vino después de un festín de buitres.