Dean 1/2
Capítulo X: "Te digo que eso es un cerdo"
Houston. "Cuartel general" de los Encarafantasmas
El lago fantasma había vuelto a desaparecer y las señales parecían ocultarse tanto de los Winchester como de sus eventuales aliados, los Ghostfacers. Estos últimos tenían que volver a casa y como los cazadores no tenían un sitio mejor dónde ir… los acompañaron.
Los padres de Ed y Maggie se habían ido de viaje, la casa del líder del grupo de "investigadores paranormales" se convirtió en el alojamiento provisional de un par de cazadores psicópatas presuntamente muertos y de una chica monstruo de apenas siete meses de edad que aparentaba veintiséis años. Ed Zeddemore no creía que pudiese tener inquilinos aún más extraños… Pero eso era porque no había llegado a coincidir con el par de cazadores de lo sobrenatural el tiempo suficiente.
- Bueno, yo tengo que ir a trabajar, así que no enredéis, no quiero que mis padres sospechen que he metido a gente extraña en su casa - el joven investigador se puso su chaqueta de gerente de la hamburguesería donde trabajaba - volveré al anochecer, ¿seguro que no os mataréis unos a otros mientras estoy fuera?
- Puedes marcharte tranquilo, yo me encargo - sonrió Sam ante el mohín de disgusto de Lísipe y el gruñido disconforme de Dean.
- Si, gracias, confío en ti, eres el único que tiene la cabeza en su sitio - aceptó el anfitrión entregándole una copia de las llaves de la casa.
- Sí claro… - se quejó el pecoso.
- Nosotros podemos investigar un poco - dijo Maggie - a mi aún me quedan unos días de vacaciones en la Universidad, podemos examinar lo que tenemos a ver dónde será la próxima materialización del lago.
- Esta chica me gusta Sammy - aceptó el mayor de los Winchester deseando distraer su mente con algo - Guíanos Mag.
La muchacha se arregló el cabello en un moño toda ruborizada ante el interés del mayor de los cazadores. Iba a mostrarles unos datos nuevos recogidos por los sensores meteorológicos esa mañana cuando vio algo extraño cruzar delante de la puerta abierta de la cochera.
- Chicos, creo que he visto un cerdo vietnamita pasar corriendo por ahí delante - musitó en voz baja señalando fuera.
- ¿Vietnamita? ¿Y por qué no coreano? ¿le has visto el pasaporte? - se burló el cazador rubio.
- Es una raza Dean - explicó condescendiente el castaño asomándose fuera - ¿Seguro?
- Genial, jamón para cenar - el pecoso amartilló su pistola de culata nacarada y con su expresión más terrorífica salió fuera dispuesto a desahogar su frustración con el bicho en cuestión.
- ¡No! ¡Qué haces! - la chica Zeddemore le sujetó de un brazo - ¿y si es de los vuestros? Recuerda que si te lo cargas…
Una exhalación pelirroja se perdió entre los setos arrancando una valla de madera blanca y un par de arbustos sacando un extraño animalillo apenas más grande que un conejo que chillaba como un cochinillo en el matadero.
- ¡Eso es un cobaya! - exclamó el mayor de los Winchester guardando su arma decepcionado.
- Te digo que eso es un cerdo - insistió Maggie - míralo bien.
- Tiene razón, es un cerdo de raza vietnamita, aunque parece muy pequeño, hola amiguito - Sam intentó acariciarlo y el bicho trató de morderlo - parece que no le gusto.
- A mí tampoco me gusta él - Dean gruñó al animal que se encogió en los brazos de Lísipe - si me entiendes atiende bicho, aquí a Sam no se le muerde o yo te convierto en hamburguesa.
- ¿No deberíamos bañarlo con agua caliente? - sugirió la amazona, mientras el asustado animalillo parecía estar de acuerdo quedándose muy quieto.
- Si, ¿por qué no? - aceptó Sam y su hermano guardó su arma, conforme.
Durante el transcurso de este extraño, fastidioso y enrevesado trabajo habían visto ya de todo, o, al menos, eso creían hasta que el albornoz de la entrada cobró vida propia para tapar a un furioso y empapado Rey del Infierno.
- Desde luego, el lago transformista ha dado en la tecla contigo - se mofó el pecoso.
- Cállate Ken depresivo - intento mantener una dignidad insostenible con el albornoz rosa de la señora Zeddemore, Crowley salió de la ducha - sabéis que pasa aquí, contádmelo.
- No estás en posición de amenazar - advirtió el mayor de los cazadores antes de salir despedido por los aires hasta quedar adherido a la pared a casi un metro del suelo.
- Déjale Crowley - Sam amenazó al demonio con un frasco de agua bendita que tuvo la virtud de hacer palidecer a la poderosísima criatura.
- Tranquilo chaval, no voy a haceros daño - soltó al rubio - se que estáis investigando sobre esto, y me parece bien, me conviene, os ayudaré.
- Espera, espera ¿Nos necesitas? - Dean demostró por qué seguía siendo uno de los cazadores más eficaces del mundo - eso sólo puede significar que cuando te conviertes eres sólo un cerdo, sin poderes demoníacos ni nada.
- No intentes pensar tan rápido o te hervirá el cerebro guapito - con un chasquido de dedos el Demonio volvía a llevar su elegante terno negro.
- Creo que tienes razón Dean - musitó el menor de los Winchester quitándole el tapón a la petaca de agua bendita.
- ¡Un momento chicos! - reculando Crowley levantó las manos en son de paz - puede que sí o puede que no, pero no me agrada ir por ahí oliendo a hamburguesa con patas, hagamos una tregua, ahora mismo tenéis enemigos más importantes que yo y sé que al menos uno de vosotros también se convierte en algún animal de otro modo no estaríais trabajando con una… ¿Eres una amazona?
- Sí, me llamo Lísipe.
- Eres muy bonita - sonrió el demonio coqueto.
- Tú tampoco estás mal - respondió coqueta la chica monstruo.
- Esto ya es lo último que esperaba ver, ¿tú no eras maricón? - se quejó Dean ante el antinatural (al menos, para él) coqueteo de las dos poderosas criaturas.
- Con ese cerebro privilegiado yo no sé cómo aún hay demonios sobre la faz de la tierra - suspiró el de negro - en fin, ¿Quién es el cambiaformas? ¿El alce o el muñequito?
- Él - señaló Lísipe al odiado cazador que la había convertido en la última de su raza - y se convierte en chica.
- Chivata, cotilla, cotorra, soplona…
Su hermano tuvo que interponerse de nuevo para evitar otra pelea en la que el pecoso siempre llevaría las de perder. Sabían que no era buena idea volver a tratar con el demonio más tramposo del infierno, pero, ¿qué otra opción tenían?
Además, aún debían encontrar al quinto hechizado para poder deshacer la maldición del lago cambiante, por lo que tendrían que dispersarse para buscar. De mala gana permitieron al demonio marchar con la promesa de que cuando encontrara algo se pondría en contacto con ellos.
La amazona, sin embargo, prefirió quedarse con los Ghostfacers, ellos tenían los medios para investigar y ella, a pesar de su corta edad, tenía la experiencia y la capacidad para hacerlo.
El Chevrolet Impala dejó Texas mientras su meditabundo conductor no paraba de cuestionarse si no estarían cometiendo otro estúpido error al no haber acabado con Crowley y la chica cuando tuvieron oportunidad.
- Déjalo Dean, me duele la cabeza de oírte pensar - el castaño tenía mala cara, su viejo compañero de viaje había vuelto a hacer acto de presencia.
- Es Crowley Sam, nos la jugará…
- Lo sé, pero, ¿qué otra cosa podemos hacer? - el vehículo se detuvo fuera de la carretera y una mirada ansiosa del mayor lo cogió desprevenido - ¿En serio?
- Intento contenerme desde hace horas Sammy - suplicó el conductor - no lo entiendo, no es normal…
Pero a Sam hace tiempo que pensaba que lo normal era lo más raro que había en sus vidas. Atrajo al mayor del cuello de la chaqueta dejando un tenue beso en sus labios. Dean salió del coche confundido por el cúmulo de sensaciones que lo atosigaban sin piedad, cada vez más intensas, cada vez más exigentes.
Sam salió a buscarle sin comprender ese triste intento de huida. Un aire frío les trajo el sonido de un trueno a escasas millas, ni siquiera habían visto el resplandor del segundo relámpago cuando unas gruesas gotas de lluvia cayeron sobre los dos. El cuerpo del pecoso menguó entre sus brazos, volviéndose ligero y manejable.
- Joder - masculló la dulce voz de la versión femenina del pecoso - encima esto.
- Voy meterte en el coche - Sam, no analizó el ansia que se había apoderado de él al tocarla, la tomó en brazos sin ningún problema.
- No, Sammy, dentro no, mojaré el asiento - susurró en su oído - sobre el capó.
Estaban fuera de la vista de cualquiera que pasara por la carretera, el capó seguía tibio del largo viaje, a pesar de la lluvia, la sentó sobre el mismo y le sacó la enorme ropa de encima.
Sus labios se encontraron, entrelazándose. Sus dedos se aprisionaron las manos mutuamente, Dean gimió bajo el enorme cuerpo, todo músculo y pasión, que se frotaba piel contra piel.
La lluvia cayó con más fuerza empapándoles sin piedad. Pero ni la notaron, estaban demasiado concentrados en la piel del otro, en el placer del otro, en exprimir hasta el último gramo de cordura, en llegar al límite más salvaje de la pasión.
Terminaron, sacaron unas mantas del maletero y se envolvieron en ellas para descansar en el asiento trasero del coche. El cabello rubio y corto, aún empapaba el pecho desnudo del más joven, que usó un extremo de la manta para secar con ternura a su hermano, hermana o lo que fuera… Porque, a ver si nos vamos enterando, le daba igual mientras fuera Dean.
Continuará... ________________________