DEAN 1/2, capítulo III

Apr 21, 2012 13:01


Bueno casi me olvido pero no... Más desventuras del rubito...

Capítulo III: “Ya solo te gustan las tías”



Cuando a Dean Winchester se le mete una idea en la cabeza es muy difícil sacársela y ahora se le ha metido que Sam se ha vuelto heterosexual y ya sólo lo quiere cuando es una mujer. Sí, una tontería, porque ¿quién no quiere a ese tío de metro ochenta y seis, ojos verdes y una cara que…? Ejem…

Pues eso, que al rubito se le ha metido en la cabeza que su Sammy, ese sasquatch que aguanta la presencia de Lucifer sólo porque le tiene al lado, ya sólo lo quiere hacer con él cuando tiene tetas.

Y ahí los tienes a los dos, el uno que “Me da igual que aspecto tengas”, el otro que “cinco veces Sam, y en todas era una tía” y claro, en ese plan el castaño no está de humor para jugar a los médicos.

-         ¿Lo ves? Mi yo tío ya no te atrae sexualmente.

-         Dean, no seas pesado - Se queja el castaño.

-         Y ahora soy pesado, claro, como que mi yo tía pesará como sesenta libras menos - se enfurruña el pecoso.

El menor de los Winchester frunce el ceño fastidiado. No hay manera de hacerle entrar en razón. Y lo peor no es la machacadera que se trae su hermano con el temita. Es el dolor de cabeza previo a la aparición de su compañero de viaje.

“¿Por qué no le echas un cubo de agua por encima a ver si se calla un rato?” Ahí está, sentado en la cómoda justo detrás de Dean con un imaginario cubo de agua para bañar al tío más plasta de la habitación. Bueno, al tío “real” más plasta, porque si incluimos a los imaginarios “Lucy” también tiene su cuota de cansino.

­  -       Que no, no seas terco - no sabe si lo dice por uno o por el otro.

­ -        Sólo quieres hacerlo conmigo cuando soy una tía, me estás anulando Sammy - insiste Dean.

­ -        ¿Has leído el Cosmopolitan? - el menor le mira entornando los ojos divertido.

­ -        No, el semanal del periódico, y no me cambies de tema - replica el pecoso insistiendo - ya sólo te gustan las tías.

Sam Winchester sacude la cabeza incrédulo, es cierto que las últimas veces que se habían enrollado, Dean estaba en su “fase femenina” pero él también quiso ¿no? “Espera, ¿Se ha leído los consejos de pareja del suplemento dominical del periódico?” Lucifer se parte de risa sobre su cama y por una vez Sam sonríe ante la presencia del Diablo.

-         ¿Cómo te demuestro que te equivocas? ¿quieres follar ahora?

­ -        ¿Qué? No… sólo… ¿tienes ganas? - pregunta esperanzado.

­ -        La verdad es que ahora mismo no - musita el castaño.

­ -        Lo ves, mi “Yo tío” ya no te atrae - gime el pecoso haciendo un puchero.

Era totalmente falso, a Sam Winchester le seguía atrayendo Dean de todas las formas posibles, tío, tía… “qué ingenuo es el amiguito, si en lugar de transformarse en chica se transformara en cabra tú te lo seguirías tirando igual” interviene Lucifer muy entretenido con la situación que pone de los nervios al muchacho de casi dos metros.

“Ya que no quieres jugar con tu Dean tío, ¿qué tal si tu y yo jugamos un rato?” y ya no es divertido, el miedo se arremolina en el estómago del chico. Las ideas del tipo que domina su mente como si fuese su patio de recreo no suelen ser muy placenteras para el Winchester más joven.

Sam no dice nada, se sienta en el escritorio y abre el portátil buscando un nuevo caso. Dean no se ha dado cuenta del cambio de expresión del pequeño, sigue tumbado en la cama, con el rostro cubierto por un brazo, como si lo más terrible del mundo fuera esa predilección del otro por su mitad femenina.

La situación se hace insostenible para el castaño. No quiere gritar porque no quiere que su hermano sepa que no es capaz de controlar esto solo.

A veces Sam se siente culpable por hacer lo que hará a continuación. Ignora a su compañero de sesera y se echa sobre Dean buscando sus labios con desesperación. El pecoso es incapaz de reaccionar ante el torbellino avasallador del castaño que le sujeta las manos sobre la cabeza devorando su boca brutalmente.

“Esta vez no te será tan fácil librarte de mí. Además me apetece ver un poco de porno para variar” Y está a punto de tener razón, pero el diablo no cuenta con la boca de Dean enrojecida por su ataque, no cuenta con sus ojos abiertos de par en par, con las pupilas dilatadas. No cuenta con el “Sammy déjame follarte”

Sam Winchester sonríe victorioso, ni el fuego imaginario que incendia todo alrededor le molesta porque esa alucinación no puede con la realidad de las manos del pecoso desnudándole como si le fuese la vida en ello.

El menor le arranca la camisa y le saca la camiseta negra que deja al descubierto el cuerpo delgado, que se abalanza sobre él como el naufrago a una tabla sobre el mar. A esas alturas su oscuro invasor ha desaparecido y la verdad es que le da igual.

Besa su rostro, su pecho pugnando por saborear cada centímetro de la pecosa piel. Es difícil porque el mayor tiene el mismo objetivo y es casi lucha libre lo que ejecutan sobre la pequeña cama que cruje bajo el peso de ambos.

Giran y Dean logra quedar encima aprisionando el fornido cuerpo del pequeño entre las piernas. Sam lo envuelve entre sus brazos acariciando todos y cada uno de los músculos de la espalda.

-         Sammy, yo… déjame a mí - gruñe su hermano dejándole el pecho marcado con sus besos.

-         ¿Qué quieres Dean? Dime - jadea el castaño enterrando sus dedos en el corto y rubio cabello, el jadeo ansioso del otro no es la respuesta que espera y se arquea cuando siente esos labios que le enajenan cernirse sobre su falo, húmedos y ardientes.

Sobran las palabras, y el más joven se sujeta a las sábanas para, en el paroxismo de placer, no apartar al otro de su tormentosa caricia. “Córrete, venga” Ordena el mayor entre sus piernas y Sam se muerde un puño para no gritar al vaciarse en la boca de Dean.

-         ¿Estás bien pequeño? - susurra el rubio lleno de deseo en su oído.

-         Si - consigue articular - sí, ¿y tú?

­ -        Yo voy a darte por el culo un rato - sonríe con picardía, pero su mirada ¡Ah! Su mirada es toda pasión y cariño.

-         Hazlo - los ojos rasgados y cambiantes devuelven la misma pasión, el mismo amor.

El pecoso iba a voltear al pequeño para que estuviese más cómodo, pero no puede dejar de mirarle a los ojos, simplemente no puede romper esa conexión que lo aturde, el brillo tornasolado se oscurece de deseo, y unas lágrimas empañan las pupilas al repetir “Hazlo”.

Dean introduce un dedo en su ano, cuidadosamente, está abierto, relajado por el orgasmo. Duda un segundo, hace mucho tiempo que no hacía eso, en años, desde… desde que fue al infierno. Y Sam nota la duda “Te quiero, no sé porqué no hemos hecho esto antes, pero lo quiero, ahora” Dice subiendo las largas y musculosas piernas sobre los hombros de su amante que se muerde los labios y abre los ojos de par en par mientras se entierra suave y firmemente en su interior.

Sam se siente lleno, feliz, completo. Dean se aferra a sus caderas y empieza a moverse dentro de él, con cuidado, tanteando su expresión, reduciendo el ritmo si nota el menor rictus de dolor, acelerando cuando el castaño frunce el ceño “Dean, no soy de cristal”

Pero esa devoción, le está encendiendo de nuevo y quiere más, alcanza los muslos del pecoso en tensión por la postura y usándolos de apoyo se mueve al encuentro del rubio, obligándole a llegar al límite. Se arquea por el placer cuando toca su próstata pero no se detiene. Dean abraza sus piernas temblando al borde del éxtasis, resistiendo cuanto puede resistir para darle todo lo que lleva dentro. Apretando los ojos que son dos rendijas de pestañas doradas en el rostro enrojecido y crispado.

-         Mírame - pide Sam, ordena Sam - córrete Dean.

Y su amante obedece, obedece, con los labios temblorosos que no saben si reír o llorar, con los ojos abiertos más verdes que cualquier verde que Sam haya visto nunca. Sale de él y el más joven se siente vacío así que se sienta sin importarle cómo quedarán las sábanas y sujeta a Dean por la cintura abrazándolo como si alguien quisiera quitárselo.

­  -       Te, ¿te he hecho daño? - titubea el mayor aturdido, tratando de recobrar el aliento.

­  -       No sólo… abrázame.

Mientras le tenga a su lado no le importa como sea. Es su vida, su mundo, su ancla a la realidad, su razón de ser. Por supuesto que lo abraza. Dean no le va a decir a Sam que sabe el porqué de ese frenesí repentino. Besa la oscura cabeza enterrada en su estómago con una ternura que sólo el pequeño conoce.

­ -        Gracias - gime Sam sin soltarlo y bromea - sé lo que te gustan los momentos sentimentales.

­ -        Por eso no puedes cerrar esa bocaza.

­ -        Gracias, de verdad.

-         Ya vale Sam, me van a salir tetas de oírte y a ti también.

-         Na, la nena eres tú - lo suelta por fin mirándole con tanto amor que Dean traga saliva conmovido.

A lo mejor es cierto que eso de tener una parte femenina no es tan malo. Empieza a acostumbrarse a ver la vida de otra forma y ahora mismo le da igual que le llame nena. Sabe que el parásito infernal que habita la cabeza de su hermano ahora está dormido, es suficiente de momento.

­  -       Perra - le dice recogiendo su ropa para darse una ducha.

­  -       Imbécil - replica el castaño imitándole.

______________ Continuará

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