No puedes ser lo que eres sin saber lo que eres || Klaine

Mar 26, 2013 01:28



Cuando apenas eres un niño, no captas bien la diferencia entre ser niño y ser niña. Está bien correr porque los niños pequeños aman no quedarse quietos. Está bien jugar con los juguetes de tu prima porque los niños pequeños son muy curiosos. Está bien que juegues con el maquillaje de tu madre porque es adorable e hilarante. Está bien, todo está bien.

Ni siquiera entiendes que en el mundo existe la diferencia entre hombres y mujeres. Te gustan los autos de tu hermano y te encanta jugar al tiempo del té con tu prima. Está bien, para ti, porque es divertido. A nadie le molesta, porque eres un niño pequeño y eso hacen los niños pequeños. Exploran, juegan y hacen cosas adorables.

Te llaman niño y tú sonríes, porque te llaman Blaine y cariño y pequeñín. Son nombres, para ti. No tiene significado. No entiendes bien lo que significa porque eres un niño pequeño.

El problema comienza, por supuesto, cuando dejas de ser un niño pequeño.

Nadie puede burlar al tiempo. Todos crecemos, todos nos convertimos en niños y dejamos el “pequeño” atrás. Todos crecemos, y es entonces cuando empiezas a entender qué significa ser niño o niña.

Ser niña es tener el cabello largo, vestir faldas y jugar al tiempo del té. Se niño es tener el cabello corto, vestir pantalones y jugar con autos.

No tienes problemas con los pantalones, te gustan, de hecho. Pero hay días en los que intentas volver a hacer lo que mismo que hace años; vestir las faldas de tu madre, y no recibes miradas divertidas sino un “Blaine, cariño, eso no es para ti”. Te gustan los pantalones, pero no dejas que querer volver a probar una falda o un vestido.

No tienes problemas con el cabello coto, te gusta, de veras. Pero hay veces en las que miras el cabello largo de tu madre y le preguntas: “¿puedo tener mi cabello así?” y no, no Blaine, no puedes, los niños deben tener su cabello corto como lo tienes ahora, ¿no se ve lindo? Y sí, se ve lindo y te gusta, pero eso no quita que haya días en los que quisieras tener el cabello largo como tu madre.

No tienes ningún problema con los autos, te gustan, además, competir al que mejor imita sus sonidos con tu hermano es entretenido. Pero hay veces en las que extrañas las fiestas de té, las tiaras de tu prima, la increíble cantidad de muñecas y la hora de peinarlas a todas. Pero Blaine, no, eso es de niñas, tienes tus autos y tus Legos, ve a jugar con ellos. Te gustan los autos y los Legos, por supuesto, pero también te gustan las muñecas y las tiaras, también quieres las muñecas y las tiaras.

Pero, no, no, eso es de niñas, Blaine y tú eres un niño.

Un niño. Cabello corto. Pantalones. Camisas. Corbatas. Autos. Legos. Futbol.

No una niña. No el cabello largo. No las faldas. No las blusas. No los moños. No las muñecas. No las tiaras. No el ballet.

Un niño, Blaine, un niño.

Y lo entiendes. Entiendes la diferencia física entre un niño y una niña o, al menos, un poco. Entiendes la diferencia, pero no entiendes por qué no puedes tener ambas cosas si te gustan. Hace un tiempo atrás podías jugar con lo que quisieras sin problemas, ¿por qué ahora no puedes?

No hay respuesta, la verdad. Solo el constante, eres un niño, Blaine.

Te quejas y le pides a tus padres que te compren una muñeca y un auto en tu cumpleaños, por más que sepas que solo te traerán el auto y sacudirán la cabeza cuando preguntes por la muñeca. Luego, cuando sigan insistiendo, te traerán un G.I. Joe con una sonrisa en el rostro. Y sí, te gusta el juguete y es divertido, pero siguen habiendo días en los que quieres una muñeca.

Con el tiempo aprendes a dejar de quejarte en voz alta y juegas con tus juguetes en silencio, y vistes tus pantalones sin hablar de las faldas, y vas al barbero a que te recorte el cabello sin protestar. Porque que hagas esas cosas parecen hacer felices a tus padres y el que hables de “cosas de niñas” parece hacerlos infelices, los inquieta, les molesta.

Eres un niño, Blaine.

Eso no quita que haya días en los que mires a tus primas con envidia. Porque ellas tienen esas muñecas tan hermosas, pueden vestir faldas y eso preciosos vestidos, se decoran el cabello con moños y lazos y llevan el cabello largo y arreglado.

No sientes envidia todos los días, porque no todos los días quieres vestir faldas o jugar con muñecas, pero hay días. Y, Dios, esos días. Son lo peor.

No importa cuánto quieras decir que quieres estar con las chicas o actuar como las chicas, esos días debes guardar silencio. Debes guardar silencio, jugar con los niños y esperar a que se acaben esos días.

Son cambios, no los entiendes, pero hay días en los que te levantas sintiéndote bien de ser niño y queriendo jugar con tus Legos y luego hay días en los que solo quieres ser como las chicas. No entiendes los cambios, no puedes predecirlos, solo pasan. Alternas de uno a otro y siempre que terminas queriendo ser como las chicas cierras los ojos y deseas cambiar de nuevo.

Porque eres un niño, Blaine, un niño. Los niños no quieren ser niñas.

La vida es más sencilla cuando es feliz por ser niño así que quiere quedarse así. Y, cuando cambia, solo finge que es feliz por ser niño, por más que su interior diga todo lo contrario.

Entras a la escuela y la diferencia se hace más obvia. Las niñas llevan lindos uniformes, faldas y blusas y los niños llevan pantalones y polos. Los días en los que te sientes como los otros niños vistes tu uniforme con una sonrisa, los otros días… vistes tu uniforme intentando contener las lágrimas y luciendo una sonrisa falsa todo el día.

Porque no quieres que pregunten qué te pasa. Porque no sabes qué te pasa. Nadie jamás te ha hablado de algo parecido a lo que sientes. ¿Y si es algo antinatural? ¿Y si estás enfermo? ¿Y si tus padres dejan de quererte si les cuentas?

No quiere saberlo. Así que sonríes y niegas con la cabeza cuando te preguntan si sucede algo.

Con el tiempo haces todo lo posible por esconder ese tú que se levanta a veces queriendo ser niña. Te mientes y te dices que solo son imaginaciones tuyas, que en realidad te gusta ser niño. Vistes sonrisas y te regañas cuando tu mente divaga y te imagina con faldas, barniz de uñas, tiaras, collares, pendientes.

Eres un niño. Eres un chico. Eres un joven. Serás un hombre.

No eres una niña. No eres una chica. No eres una joven. No serás una mujer.

Aprendes a jugar futbol, compras videojuegos; Halo, Call of Dutty, Gears of War, Fire Emblem, vistes pantalones, camisas, polos y cosas varoniles. Esquivas el rosa, porque eso es de chicas. Tomas clases extra en la escuela, buscas hacer todo bien, no fallar en nada. Escuchas a tu hermano cuando habla de las chicas lindas de su colegio, cierras los ojos y te regañas cuando te hallas a ti mismo mirando a los chicos de esa manera. Buscas ser el mejor en lo que haces. Solo cantas canciones de hombre, escondes a Katy Perry porque eres un chico, no una chica.

Y, cada vez que te levantas deseando ser todo lo contrario a lo que eres, sepultas los deseos debajo de todos los eres un niño, eres un chico, eres un joven, serás un hombre.

Nunca conoces a alguien que sea igual a ti. Quizá porque no hay nadie igual a ti, quizá porque nunca te permites hablar sobre esa parte de ti.

Conoces a niñas a las que les gusta vestirse como los niños. Conoces a niños a los que les gustan cosas de niñas. Conoces a niñas que se sienten niños y a niños que se sienten niñas. Pero nunca conoces a alguien que se sienta niño un día y niña días después. No sabes si significa que hay algo mal contigo, no sabes si es normal, no sabes si todo está en tu cabeza.

Conoces a muchas personas, pero ninguna como tú.

Lo callas, te convences de que todo está en tu cabeza. Eres un niño, un chico, un joven. Serás un hombre. Lo repites esos días, como una mantra, hasta que te convences. (O piensas que te convences). Lo callas y te convences de que no quieres ser chica, que solo es una curiosidad, nada más. Todos sienten curiosidad, eso no significa nada. Miras a las chicas como las mira tu hermano, no miras a los chicos de esa forma, los miras como amigos. (O te convences de que los estás mirando así).

Hay días en los que enciendes tu laptop, llegas a Google y piensas en escribir la pregunta que siempre has tenido: “¿Puede alguien sentirse hombre y mujer?”.

No lo haces. Nunca lo haces. Tal vez porque no te atreves, porque temes a lo que puedas hallar. Cierras la ventana y apagas la computadora con las lágrimas asomándose por tus ojos.

Jenna, esa chica a la que le gusta vestir ropa holgada (no es “ropa de hombre”, Blaine, solo es ropa), una vez te dijo que las personas deberían dejar de obsesionarse con las etiquetas y solo ser quienes son.

No dijiste nada entonces, pero no puedes dejar de pensar que no te importa la etiqueta, solo quieres saber qué eres.

Eres un niño. Eres un chico. Eres un joven. Serás un hombre.

Te lo repites a diario, intentando grabarlo a fuego en tu mente. Intentando borrar toda duda, toda desviación. Lo repites a diario, intentando convencerte de ello.

(Pero hay días en los que eres una niña, eres una chica, eres una joven y sientes que serás una mujer).

Te dices que sabes qué eres.

(Excepto claro, que no tienes idea de qué eres).

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